Los volcanes se encuentran entre los elementos naturales que mayor influencia tuvieron sobre el desarrollo de las culturas mesoamericanas, en especial de las que se encuentran en la faja que cruza el centro de la República Mexicana, en el llamado Arco Chiapaneco y en Centroamérica. Si bien cuando estos colosos desatan su fuerza provocan auténticas catástrofes, también es cierto que acarrean efectos benéficos para las sociedades que habitan a su vera. Las tierras cercanas a los volcanes poseen un alto grado de fertilidad debido a los nutrientes que contienen las cenizas que arrojan; las elevadas cumbres de varios de ellos les permiten ser generadoras de importantes caudales de agua, por medio de corrientes y manantiales, provenientes de su deshielo.
En la época prehispánica fueron además fuentes de materia prima, principalmente de rocas de la dureza adecuada para elaborar esculturas –las más de las veces de índole religiosa o asociada al poder político–, así como de obsidiana, roca volcánica que desempeñó un papel primordial en la vida cotidiana de las sociedades mesoamericanas y que, en cierto sentido, fungió como aglutinante de un amplio sistema de comercio que no sólo traspasaba las fronteras de las regiones en que se localiza este recurso, sino que transcendió en el tiempo.
En la actualidad los grandes volcanes de México están inmersos, como lo estuvieron con mayor vigor en la época prehispánica, en un elaborado complejo simbólico que lo mismo les confiere cualidades divinas –con lo cual son parte de la adecuada marcha del mundo– que les atribuye un talante humano. Se les veneraba y aún se les venera en varias regiones para solicitarles dones, la lluvia el principal, y pedirles calma; en la memoria de los hombres de estas tierras está impreso lo que esos colosos son capaces de hacer cuando desatan su furia. No son pocas las ocasiones en las que el despertar de alguno de los volcanes cambió el rumbo de la vida de las poblaciones que se asentaban en sus cercanías, al alcance de la caída de sus materiales o al paso de sus flujos. El ejemplo más notorio es Cuicuilco, importante población del Preclásico en la Cuenca de México, cuyo abandono a causa de la erupción del Xitle influyó en la historia subsecuente de los pueblos de la región. Estos eventos, que representan verdaderas tragedias para quienes son sus víctimas, dan lugar a depósitos arqueológicos de características excepcionales. No es que en Mesoamérica se cuente con un sitio de las características de Pompeya, pero si hay lugares, como el mismo Cuicuilco, el área de Tetimpa, en Puebla, y Joya de Cerén, en el Salvador, que al quedar cubiertos por efecto de erupciones volcánicas contienen información relevante para establecer secuencias cronológicas con mejor precisión y entender momentos específicos de las sociedades que los habitaban.
En México, los volcanes se han estudiado desde variados puntos de vista y en su investigación participan geólogos, vulcanólogos, arqueólogos, historiadores y antropólogos; lo mismo se atiende a su evolución natural que a su papel en la historia de las poblaciones prehispánicas y a la percepción que sus vecinos contemporáneos tienen de ellos. Este número de Arqueología Mexicana da cuenta de algunos de los trabajos en curso al respecto.
• Sierra de las Navajas. El yacimiento de obsidiana de la Sierra de las Navajas forma parte de la Sierra de Pachuca. El material no se encontraba en la superficie debido a que después de su formación fue cubierto por una capa de ceniza de varias decenas de metros de espesor; la obsidiana que se observa actualmente en la superficie del yacimiento se extrajo por medio de minería desde diferentes profundidades del subsuelo. La explotación mexica se hacía en la ladera sur del cerro Cruz del Milagro, a una altura de 2 700 a 3 180 msnm, entre un denso bosque de alta montaña.
• Tacaná. Como a otros volcanes, los habitantes de la zona le han atribuido importancia religiosa desde la época prehispánica hasta la actualidad. Los curanderos lo consideran “la gran iglesia de los antiguos”, pues se le ve como un templo en el que habitan seres mitológicos que son custodios de la flora y la fauna. Se han localizado a distintas alturas sitios en los que se realizan ritos.
• Popocatépet. Aún activo, el Popocatépet es el volcán más conocido de México. Junto con el Iztaccihúatl, conforma un importante conjunto simbólico para los pueblos del Altiplano Central; en ellos se han localizado varios sitios arqueológicos que dan cuenta de la importancia que se les concedía y de los ritos que ahí se realizaban. En distintos momentos de la época prehispánica, su actividad tuvo impacto en el desarrollo de las poblaciones del vecino valle de Puebla-Tlaxcala.
• La Malinche. Es parte fundamental del complejo simbólico asociado a las montañas en el valle poblano tlaxcalteca. Durante exploraciones arqueológicas recientes se han excavado dos sitios rituales, en los que se localizaron elementos asociados al culto a deidades acuáticas.
• Pico de Orizaba. Con carácter simbólico para los habitantes de la región, también representa una importante fuente de extracción de obsidiana. Las explotaciones más tempranas de sus minas se remontan posiblemente al Preclásico Medio (1000-100 a.C.). El yacimiento de las minas del Pico de Orizaba también fue explotado por el Estado mexica para abastecer de obsidiana a las avanzadas militares de Guatusco e Itzteyuca, en una zona de frontera relativamente alejada, para la que hubiera sido muy costoso enviar la obsidiana desde los yacimientos del Centro de México. El yacimiento se sitúa en las elevaciones volcánicas entre el Pico de Orizaba y el Cofre de Perote, a 3 600 msnm, en la ladera oeste de una barranca. El acceso es difícil por su ubicación topográfica y las condiciones de alta montaña. El material es de color gris oscuro a transparente y adecuado para la elaboración de navajas prismáticas e instrumentos bifaciales.
• Joya de Cerén. Esta localidad, sepultada por la erupción del volcán de Loma Caldera en 600 d.C., ofrece mucha información sobre la vida cotidiana del Clásico, gracias al extraordinario grado de preservación causado por la ceniza que la cubrió. Al momento de la erupción, la población del sitio emigró hacia áreas que no fueron drásticamente afectadas por la actividad volcánica, situadas a corta distancia de sitios como El Cambio y San Andrés.
• Ilopango. El florecimiento del Preclásico Tardío se vio interrumpido en ciertas regiones de El Salvador por la actividad del volcán Ilopango, que hizo erupción hacia 260 d.C. En varios puntos del país, la lava y la ceniza cubrieron terrenos agrícolas, fuentes de agua y asentamientos humanos del centro y el occidente, y probablemente algunos sitios del oriente. Alrededor de 10 000 km2 de las planicies centrales del Pacífico de la Zona Central fueron desocupados por los grupos humanos que las habitaban, y es posible que se hayan realizado migraciones hacia sitios de zonas aledañas, particularmente del área maya y también hacia el centro y occidente, debido a los daños en los terrenos agrícolas.
• Nevado de Toluca. Es la cuarta montaña más alta del país y es un volcán extinto. Se dice que cuando los españoles llegaron se encontraron con indígenas que recordaban relatos de sus antepasados acerca de una “lluvia caliente”, a causa de la cual se habían perdido las cosechas y habían muerto muchas personas. En él hay dos lagunas de agua dulce conocidas como la del Sol y la de la Luna, en las que se han encontrado objetos que indican que fueron sitios en los que se realizaban rituales en la época prehispánica.
• Los Tuxtlas. Esta región está formada por varias montañas de origen volcánico, entre ellas los volcanes San Martín Tuxtla y San Martín Pajapan. Los Tuxtlas son notables porque se encuentran en la zona en que se desarrolló la cultura olmeca, de hecho el basalto con que se elaboraban las grandes esculturas características de esa civilización provenía de ahí –frecuentemente a costa de enormes esfuerzos para transportar los bloques a los asentamientos–, y eran vistos como componentes fundamentales de la geografía sagrada. Aún después del abandono de los centros olmecas, la región siguió habitada hasta que alrededor de 250 d.C. algunas zonas al oeste de la región fueron cubiertas por una gruesa capa de cenizas producto de actividad volcánica.
• Tacaná. Como a otros volcanes, los habitantes de la zona le han atribuido importancia religiosa desde la época prehispánica hasta la actualidad. Los curanderos lo consideran “la gran iglesia de los antiguos”, pues se le ve como un templo en el que habitan seres mitológicos que son custodios de la flora y la fauna. Se han localizado a distintas alturas sitios en los que se realizan ritos.
• Popocatépet. Aún activo, el Popocatépet es el volcán más conocido de México. Junto con el Iztaccihúatl, conforma un importante conjunto simbólico para los pueblos del Altiplano Central; en ellos se han localizado varios sitios arqueológicos que dan cuenta de la importancia que se les concedía y de los ritos que ahí se realizaban. En distintos momentos de la época prehispánica, su actividad tuvo impacto en el desarrollo de las poblaciones del vecino valle de Puebla-Tlaxcala.
• La Malinche. Es parte fundamental del complejo simbólico asociado a las montañas en el valle poblano tlaxcalteca. Durante exploraciones arqueológicas recientes se han excavado dos sitios rituales, en los que se localizaron elementos asociados al culto a deidades acuáticas.
• Pico de Orizaba. Con carácter simbólico para los habitantes de la región, también representa una importante fuente de extracción de obsidiana. Las explotaciones más tempranas de sus minas se remontan posiblemente al Preclásico Medio (1000-100 a.C.). El yacimiento de las minas del Pico de Orizaba también fue explotado por el Estado mexica para abastecer de obsidiana a las avanzadas militares de Guatusco e Itzteyuca, en una zona de frontera relativamente alejada, para la que hubiera sido muy costoso enviar la obsidiana desde los yacimientos del Centro de México. El yacimiento se sitúa en las elevaciones volcánicas entre el Pico de Orizaba y el Cofre de Perote, a 3 600 msnm, en la ladera oeste de una barranca. El acceso es difícil por su ubicación topográfica y las condiciones de alta montaña. El material es de color gris oscuro a transparente y adecuado para la elaboración de navajas prismáticas e instrumentos bifaciales.
• Joya de Cerén. Esta localidad, sepultada por la erupción del volcán de Loma Caldera en 600 d.C., ofrece mucha información sobre la vida cotidiana del Clásico, gracias al extraordinario grado de preservación causado por la ceniza que la cubrió. Al momento de la erupción, la población del sitio emigró hacia áreas que no fueron drásticamente afectadas por la actividad volcánica, situadas a corta distancia de sitios como El Cambio y San Andrés.
• Ilopango. El florecimiento del Preclásico Tardío se vio interrumpido en ciertas regiones de El Salvador por la actividad del volcán Ilopango, que hizo erupción hacia 260 d.C. En varios puntos del país, la lava y la ceniza cubrieron terrenos agrícolas, fuentes de agua y asentamientos humanos del centro y el occidente, y probablemente algunos sitios del oriente. Alrededor de 10 000 km2 de las planicies centrales del Pacífico de la Zona Central fueron desocupados por los grupos humanos que las habitaban, y es posible que se hayan realizado migraciones hacia sitios de zonas aledañas, particularmente del área maya y también hacia el centro y occidente, debido a los daños en los terrenos agrícolas.
• Nevado de Toluca. Es la cuarta montaña más alta del país y es un volcán extinto. Se dice que cuando los españoles llegaron se encontraron con indígenas que recordaban relatos de sus antepasados acerca de una “lluvia caliente”, a causa de la cual se habían perdido las cosechas y habían muerto muchas personas. En él hay dos lagunas de agua dulce conocidas como la del Sol y la de la Luna, en las que se han encontrado objetos que indican que fueron sitios en los que se realizaban rituales en la época prehispánica.
• Los Tuxtlas. Esta región está formada por varias montañas de origen volcánico, entre ellas los volcanes San Martín Tuxtla y San Martín Pajapan. Los Tuxtlas son notables porque se encuentran en la zona en que se desarrolló la cultura olmeca, de hecho el basalto con que se elaboraban las grandes esculturas características de esa civilización provenía de ahí –frecuentemente a costa de enormes esfuerzos para transportar los bloques a los asentamientos–, y eran vistos como componentes fundamentales de la geografía sagrada. Aún después del abandono de los centros olmecas, la región siguió habitada hasta que alrededor de 250 d.C. algunas zonas al oeste de la región fueron cubiertas por una gruesa capa de cenizas producto de actividad volcánica.
qué bonito blog!!! muchas felicidades :)
ResponderEliminarEs imprensionante la catidad de informacion
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